Aquí estaba yo, 22 años con miles de planes e inquietudes. Cursando a un año para recibirme como licenciada en Psicología y a pasitos de mi titulo de profesora. Estudiando lengua de señas, haciendo teatro para mujeres, saliendo con amigos cada día posible, pintando, escribiendo, encargándome de una investigación a cerca de temáticas de genero gracias a una beca que gane en la universidad, preparándome para solicitar un intercambio cultural con una universidad de México; todo planificado y cronometrado entre varias actividades mas. Parecía no poder detenerme, cuando en medio de todo este frenesí, una linea azul lo cambio todo.
De repente mi mundo dio un giro de 180° y nada volvío a ser lo mismo.
De ser sincera ser madre siempre fue mi mayor deseo, pero como imaginaran, no en ese momento, y menos aun al estar tomando pastillas anticonceptivas de manera rigurosa.. de esas que dicen 99,999%... quien piensa en el porcentaje restante? A partir de ese momento, les aseguro que lo pensé.
Mi pareja y yo estábamos iniciando una relación muy joven aun, pero aun así al recibir la noticia él me miro y comenzó a cantarle a nuestra pequeñita de apenas semanas.
Pero no todo resulto tan sencillo como suele suceder en estos casos, tenes sospechas, te haces un test, por las dudas te haces otro.. y en mi caso uno mas para confirmar, y ya que estamos un examen de sangre para coronar. Al parecer debía comenzar a tejer los escarpines y aceptar la realidad; pero no fue tan sencillo. Al realizarme la primera ecografía de control para revisar que todo estuviera bien, el saco gestacional sin dudas apareció perfecto, remarcando la ausencia de un feto en su interior. Así fue que debí esperar tres semanas para realizarme otra ecografía para verificar mi embarazo, o bien prepararme para un legrado.
No hace falta decir que fueron de las semanas mas largas de mi vida, las mas largas hasta ese momento; hasta que llego el día, estaba preparada en la sala de espera sin poder mas con la impaciencia cuando finalmente dijeron mi nombre, el resto fue tan rápido que casi no lo creo, el dooper comenzó a recorrer mi vientre y encontré nuevamente el saco gestacional, pero esta vez en su interior se escucho un pequeño corazón, y los ojos se me llenaron de lagrimas mientras Laureano tomaba mi mano.
Ni siquiera es posible intentar describir ese momento, solo diré que el mundo era un lugar para andar sin mayores preocupaciones; pero a partir de ese momento se convirtió en nuestro lugar donde soñar de a tres.